No existe ningún tratamiento que pueda curar la enfermedad. No obstante, existen diferentes tratamientos que son eficaces y que se utilizan en función de las características de la enfermedad.
Los salicilatos (salazopirina y mesalazina) se pueden utilizar tanto por vía oral como por vía rectal o ambos. Son tratamientos eficaces, sobre todo en la colitis ulcerosa, para controlar los brotes de la enfermedad y realizar tratamiento de mantenimiento para intentar evitar o retrasar la aparición de nuevos brotes.
Los corticoides son tratamientos muy eficaces para el control de los síntomas que se producen durante los brotes, pero no se debe intentar evitar como tratamiento de mantenimiento a largo plazo por la aparición de efectos secundarios cuando se utilizan de forma continua.
Los inmunosupresores, entre los que se encuentran la azatioprina, la mercaptopurina y el metotrexate son útiles en aquellos pacientes que requieren corticoides para controlar la enfermedad de forma continua (se definen como corticodependientes). Se tratan de fármacos con un buen perfil de seguridad a largo plazo, pero que requieren un control analítico periódico.
Otra forma de abordar los casos de EII es mediante tratamientos biológicos. Actualmente disponemos de un grupo de fármacos que se llaman antiTNF, cuya forma de actuación es bloquear una proteína (el factor de necrosis tumoral –TNF en inglés-), que tiene un papel muy importante en la inflamación. Se utiliza sobre todo en pacientes corticodependientes que no responden a los inmunosupresores descritos previamente o aquellos con brotes moderados-graves que no responden a los corticoides (son los corticorrefractarios).
Finalmente, cuando la enfermedad no es controlable mediante tratamiento médico o aparecen complicaciones no controlables, se tiene que recurrir a la cirugía.
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